Hay gente en ocasiones que deseas que fuera un libro, para así poder cerrarla con un sonoro y seco golpe de la mano, sin marcar la página, y devolverla luego para siempre al lugar en que por derecho corresponde: los mustios anaqueles de una rancia biblioteca.
Los hombres ricos en lágrimas son buenos. Apartaos de todo aquel que tenga seco el corazón y seco los ojos.