La alegría, que es un derecho del pueblo, es imposible de ejercer cuando la miseria llega al cuello y desde el poder nadie ofrece ni siquiera la esperanza de disponer de un puesto de trabajo que nos devuelva la ilusión de vivir
La vida paga sus cuentas con tu sangre y tu sigues creyendo que eres un ruiseñor Cógele el cuello de una vez, desnúdala, túmbala y haz de ella tu pelea de fuego, rellénale la tripa majestuosa, préñala, ponla a parir cien años por el corazón. Pero con lindo modo, hermano, con un gesto propicio a la melancolía.
Y le habló a ella. Un poema tras otro. Sobre lo conocido y lo ignorado, la verdad y el sufrimiento, el amor y el deseo. Ella cerró los ojos, y con cada palabra sintió que las tinieblas desaparecían.
Siempre estoy como una llanura. Para buscar un cerro miro las multitudes.