Si la simetría (...) nos ayuda a distinguir los objetos, no puede admirarnos que contribuya a hacernos disfrutar de la percepción. Porque a nuestra inteligencia le gusta percibir; no es el agua más grata a una garganta reseca que un principio de comprensión a un entendimiento confuso. La simetría esclarece, y todos sabemos cuán gustosa es la luz.
La angustia del amor te aprieta la garganta como si no debieras nunca más ser amado.
Esos colonos presidentes son auténticos rebanadores de cabezas; cortan una nuca con la misma facilidad que una corneja arroja nueces, sea justo o no sea justo, no se paran en mientes; el rigorismo lleva, como la propia Themis, una venda sobre los ojos puesta por la estupidez...
Esa mujer se parecía a la palabra nunca, desde la nuca le subía un encanto particular, una especie de olvido donde guardar los ojos...
Me puse a llorar, cerró los ojos y con la nariz sorbí las lágrimas: enterró la cabeza entre mis manos porque ambos teníamos mucha pena que compartir. Me avergoncé de no tomar las cosas tan bien como él.
No me gusta que me confundan. En mi país hay grandes escritores y poetas. Yo, a veces, le arrimo el bochín a la poesía. Es sólo una arrimada. No me comparen. Pegar un grito en el cerro no es acercarse al sermón de la montaña.
Los más insolentes en la prosperidad son en la adversidad los más débiles y cobardes; doblan la cerviz en faltándoles la autoridad, y se les ve tan abatidos como se les conoció soberbios; en un momento pasan de un extremo a otro.