El mayor infortunio del hombre de letras no es quizá el hecho de ser víctima de las intrigas y la envidia de sus colegas y el verse despreciado por lo hombres poderosos, sino el verse juzgado por los necios.
No hay ventura ni desgracia en el mundo, sino la comparación de un estado con otro, he ahí todo. Sólo el que ha experimentado el colmo del infortunio puede sentir la felicidad suprema. Es preciso haber querido morir, amigo mío, para saber cuán buena y hermosa es la vida.
Los hombres indiferentes a la desventura de la nación, aunque sean privadamente laboriosos, son auxiliares inconscientes de la corrupción y desgracia de los pueblos
La desventura de España es la escasez de hombres dotados de talento
La enseñanza primaria enseñanza para el proletariado proletariza a sus funcionarios. El Estado condena a sus maestros a una perenne estrechez pecuniaria. Les niega casi completamente todo media de elevación económica o cultural y les cierra toda perspectiva de acceso a una categoría superior.
Estoy al fin bajo la desagradable necesidad de decirte que a pesar de todos los ahorros y cuidados, estoy sintiendo la estrechez económica. Realicé mis últimos viajes como un mendigo, pero los gastos en alimentación para mí y mi caballo son inevitables y costosos.
Pensamiento y estudio son igualmente necesarios para la felicidad de un país y para la vida de una ciudad. En el primero previenen las inquietantes sensaciones de indolencia y permiten el placer sublime de crear para la belleza; en la segunda, hacen que la disipación no sea objeto de necesidad y, consecuentemente, de interés.
Me siento en la necesidad de alcanzar el máximo de intensidad con el mínimo de medios.
Es una gran riqueza para el hombre vivir parcamente y con ánimo sereno, porque así no tendrá jamás penuria del poco
Y yo pregunto a los economistas políticos, a los moralistas, si han calculado el número de individuos que es necesario condenar a la miseria, al trabajo desproporcionado, a la desmoralización, a la infancia, a la ignorancia crapulosa, a la desgracia invencible, a la penuria absoluta, para producir un rico
La lógica del pensamiento tiene que acudir siempre en ayuda de la insuficiencia del conocimiento
Es sólo la insuficiencia del código penal la que salva a los hackers de una acción judicial muy seria
Las palabras con que se envenena el corazón de un hijo, por mezquindad o por ignorancia, se quedan enquistadas en la memoria y tarde o temprano le queman el alma
Calificando la política republicana de izquierdas: política tabernaria, incompetente, de amigachos, de codicia y botín, sin ninguna idea alta; en sus diarios, una y otra vez, trata a los políticos que le rodean de obtusos, loquinarios, botarates, gente impresionable, ligera, sentimental y de poca chaveta, insufrible por su inepcia, injusticia, mezquindad o tontería.
Cuanto más deis, mayor será vuestro gozo. La tacañería sofoca la dicha; la liberalidad la intensifica
Pero a miseria y ruindad de estas gentes constituye propiamente su razón de vivir.
El del español fue siempre un largo y doloroso camino hacia ninguna parte, jalonado de ruindad y de infamia. De que la grandeza, el fulgor de nuestra historia, resulta compatible con nuestra miserable condición humana; y que, paradójicamente, una es complemento o consecuencia de la otra, y viceversa
Cuando hay clase, la velocidad es una minucia
Siempre me resultó un obstáculo en mi vida y en todo lo que emprendí que hasta una edad bastante avanzada no fuera capaz de formarme una idea lo suficientemente clara de la pequeñez y miseria de los hombres
Entonces la persona habrá conseguido un sentimiento de su propia pequeñez e insignificancia ante la grandeza del universo y de los propósitos de Dios respecto a éste... Reconocerá que hay propósitos que oscilan en arcos mucho mayores que su diminuto orbe, y procurará ponerse en armonía con ellos. Sin entregarse al sentimentalismo, se dará cuenta de que depende de Dios.
La tempestad, sin embargo, amenazaba y estaba próxima a estallar. Una nimiedad la desencadenó.
La creencia de la vida celestial es la creencia en la inutilidad e insignificancia de esta vida.
Entonces la persona habrá conseguido un sentimiento de su propia pequeñez e insignificancia ante la grandeza del universo y de los propósitos de Dios respecto a éste... Reconocerá que hay propósitos que oscilan en arcos mucho mayores que su diminuto orbe, y procurará ponerse en armonía con ellos. Sin entregarse al sentimentalismo, se dará cuenta de que depende de Dios.
Ser humano exige ver lo perecedero y el mismo perecimiento como elementos de nuestra propia condición.
La ignorancia no discierne, busca un tribuno y toma un tirano. La miseria no delibera, se vende. Alejar el sufragio de manos de la ignorancia y de la indigencia es asegurar la pureza y acierto de su ejercicio. Algunos dirán que es antidemocrático pero la democracia, tal como ha sido ejercida hasta ahora nos ha llevado a este triste destino.
No hay credulidad tan ansiosa y ciega como la credulidad de la codicia, que es, en su medida universal, la miseria moral y la indigencia intelectual de la humanidad.
La honestidad intelectual es de primera importancia en el trabajo experimental.
Debemos redescubrir dónde yace la capacidad de innovar: en la adquisición de nuevas competencias como las técnicas de dirección digital, la capacidad de concentración a pesar de la multiplicidad de soportes, el trabajo en equipo y la vocación de solventar problemas
Cuando digo Capitalismo, quiero decir Capitalismo completo, puro, incontrolado, no regulado, laissez faire. Con una completa separación del Estado y de la economía del mismo modo y por las mismas razones por las que existe separación entre el Estado y la Iglesia.
La economía de mercado es un sistema social de división del trabajo basado en la propiedad privada de los medios de producción.
La música es el arte de coordinar los sonidos de acuerdo con el egoísmo creador del artista y su completa indiferencia a toda ley extraña a su propia sensibilidad.
El egoísmo quizás sea un proyecto irrealizable para los humanos que hablan. En las decisiones que tomamos, nos perjudicamos a nosotros mismos como esas aves rapaces que quiebran los huevos de su nido. ¿De qué vale la fórmula cada uno para sí, si cada uno se odia?