Una capital, por el contrario, se abre a las mercancías, a las ideas, a los emigrantes, da publicidad a sus últimos caprichos. La provincia detestaba semejante obscenidad. Ese pretendido lustre le parecía una baratija se tomaba tiempo para asimilar lo que venía de fuera
Las tragedias de los otros son siempre de una banalidad desesperante.
Vale bien poco la impresión que causa una mujer cuando se basa únicamente en el atractivo físico, si bien es cierto que encanta a los hombres en general; en mí produce un efecto secundario. Las mujeres más hermosas son las que tienen menos talento y menos alma; por lo general la banalidad de sus pensamientos las hace insoportables.
El ajedrez es una frivolidad primorosa