No es la riqueza ni el poder, ni el mero intelecto lo que gobierna al mundo. Es el carácter moral, asociado con la excelencia moral, quienes realmente rigen todo el Universo.
Quienes están embriagados de poder son ineptos para percibir que el poder es enceguecedor y que su horizonte interior es cada vez más estrecho. El poder está así asociado con el intelecto y hace uso de él en cualquier circunstancia.