Se puede olvidar a Dios en los días felices, pero cuando el infortunio llega, siempre es preciso volver a él.
A la desgracia hay que enfrentarse con amor: él nos consolará y nos devolverá la alegría. El amor es el mejor remedio. En los pliegues del infortunio se esconde la felicidad, como el diamante en la grieta de la mina. Dejémonos instruir por la sabiduría del amor.
La prosperidad no es una medida; sólo la adversidad sirve para pesar a los amigos.
Si la vida te pone fronteras no pienses ke son insuperables ya ke tienes un corazon mas grande de lo ke imaginas.. no te des por vencido ante adversidad o impotencia sigue padelante ke la vida no tiene vuelta
..., contraste o contrariedad es también una conexión entre ideas, pero puede, quizá, considerarse una mezcla de causa y semejanza.
Preferid, entre los amigos, no sólo aquellos que se entristecen con la noticia de cualquier desventura vuestra, sino más aún a los que en vuestra prosperidad no os envidian.
El poder de librarnos del amor surge de dos modos: o por el conocimiento de una cosa mejor o por la experiencia de que la cosa amada, que antes fue tenida por grande y excelente, lleva consigo mucha desventura y desgracia.
Siempre hay tribulación en la casa del ebrio
Yo no tengo tribulaciones, dispongo de dinero como un rentista, no tengo jefe, ni mujer, ni hijos; existo, eso es todo. Y esta tribulación es tan vaga, tan metafísica, que me da vergüenza
El cataclismo será predicado, mas nadie creerá pero llegará. Humanidad vencida
Llega la voz de Oriente. Llega el Occidente en habla, llega la hecatombe con la muerte del oro y el encumbramiento del hambre. ¡Llega el fin!
Cualquier hecatombe general siempre se reduce a un drama íntimo, de la misma forma que uno puede resbalar en una piel de plátano y morir del batacazo mientras está cayendo la bomba de hidrógeno sobre su cabeza.
La I Guerra Mundial fue una guerra que nadie quería y una catástrofe que nadie pudo haberse imaginado
Afortunadamente, la rápida intervención de las autoridades españolas alejando el barco de las costas hace que no temamos una catástrofe ecológica, como ha sucedido en otras ocasiones, ni prevemos grandes problemas en las aguas españolas ni para los recursos pesqueros
De la misma manera debemos soportar la autoridad del príncipe. Si usa mal su autoridad o abusa de ella, no debemos albergar resentimiento, ni buscar venganza ni castigo
¡Oh, todo esto puede ser útil para mostrar que, aunque los viciosos pueden a veces llevar la aflicción a los buenos, su poder es transitorio y su castigo cierto; y que el inocente, aunque oprimido por la injusticia, apoyado por la paciencia, podrá triunfar finalmente sobre la desgracia!
La guerra es la más grande plaga que azota a la humanidad; destruye la religión, destruye naciones, destruye familias. Es el peor de los males.
Se ha declamado mucho contra el positivismo de las ciudades, plaga que entre las galas y el esplendor de la cultura corroe los cimientos morales de la sociedad; pero hay una plaga más terrible, y es el positivismo de las aldeas, que petrifica millones de seres, matando en ellos toda ambición noble y encerrándoles en el círculo de una existencia mecánica, brutal y tenebrosa
Hay quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros; hay quienes no pueden imaginar un mundo sin agua; en lo que a mí se refiere, soy incapaz de imaginar un mundo sin libros.
Si guardo dolorosos sentimientos de odio, no disfrutaré de paz interior ni encontraré alegría ni felicidad, estaré inquieto y seré incapaz de dormir.
La mujer es, reconozcámoslo, un animal inepto y estúpido aunque agradable y gracioso.
Decían que la atención de un vigilante disminuía cuando estaba demasiado tiempo de servicio en el mismo lugar; su percepción de los sucesos del entorno se embotaba: se volvía perezoso, descuidado y, por lo tanto, inservible para sus tareas...
No llores por mí, Pensad en la pestilencia y la muerte de tantos otros
La mentira extiende descaradamente sus alas y la verdad ha sido proscripta; las cloacas están abiertas y los hombres respiran su pestilencia como un perfume.
Comer bien, dormir bien, ir donde se desea, permanecer donde interese, no quejarse nunca y, sobre todo, huir como de la peste de los principales monumentos de la ciudad.
Nada extraño, pues, que, bajo pretexto de la religión, la masa sea fácilmente inducida, ora a adorar a sus reyes como dioses, ora a execrarlos y a detestarlos como peste universal del género humano.
Con el dinero ocurre al revés que con las personas: cuanto más libre, peor.
Un hombre le había injuriado malamente y no tomó pena ni se movió por ello, y como un amigo suyo se maravillase mucho, díjole: A mí no me dice mal, porque lo que dice no me compete a mí ni en mí se hallará. Al revés lo hace ahora el común de la gente que más se altera cuando no merece las injurias que se les dicen.
Sin Europa, sin unión política y sin democracia, la marcha del mundo se convierte en una fatalidad sobre la cual el pueblo de nuestro continente habrá perdido el poder de pesar. Cada vez que se trata de pesar sobre el futuro del mundo, se encuentra la necesidad de Europa.
La belleza es más fatalidad que la muerte.
Sus pies pisaban con involuntaria levedad al avanzar hacia las ruinas, que combinaban la devastación de la naturaleza con la de las pasiones humanas, quizá más sangrienta y salvaje que la primera.
La devastación es increíble. Constituye una de las grandes tragedias de la historia
La gente me pregunta todo el tiempo si prefiero el drama o la comedia. Mi respuesta es sencilla: ¡Siguiente pregunta!
Cualquier hecatombe general siempre se reduce a un drama íntimo, de la misma forma que uno puede resbalar en una piel de plátano y morir del batacazo mientras está cayendo la bomba de hidrógeno sobre su cabeza.
La respuesta ante la debacle económica global es obligadamente la democrática ya que una guerra nuclear acabaría con la humanidad.