Odiar es un despilfarro del corazón, y el corazón es nuestro mayor tesoro.
Odiar es un despilfarro de corazón, y el corazón es nuestro mayor tesoro.
No existía más que la dignidad ultrajada, la libertad perdida, la dilapidación entronizada, la esclavitud constituida.
La prodigalidad semeja a la higuera que crece en una roca; sus frutos suelen comérselos los ladrones más que los hombres de bien.
La peor prodigalidad es la del tiempo.
Pues no hay idea de todo lo que desperdiciamos y dejamos abandonado a lo largo de veinticuatro horas, y que puede servir otra vez aunque sea como materia prima. Y el desperdicio es también una inmoralidad.
Tan corta como es la vida, aún la acortamos más por el insensato desperdicio del tiempo.
¿No es verdad que es mas honroso predicar la rigidez de Esparta que la libre disipación de Babilonia?
Aquí estoy una vez más en esta escena de la disipación y el vicio, y ya empiezo a encontrar mi moral dañada.
En los momentos más duros de mi existencia, cuando me ha parecido que se cierran todas las puertas, el sabor de esos damascos me viene a la boca para consolarme con la idea de que la abundancia está al alcance de la mano, si uno sabe encontrarla.
Estamos sepultados por el peso de la información, lo cual significa estar confundidos a pesar de tener conocimiento; creemos que la cantidad es abundancia y la riqueza felicidad.
El problema del mundo actual es que el miedo ha engendrado un exceso de defensa. Una de las características del hombre contemporáneo es la del miedo de tener miedo.
Un pueblo se hace comunista por hambre, o por el exceso de opresión. Nosotros no tenemos poderes para provocar el hambre...Tampoco para provocar la opresión. Los únicos que pueden oprimir y tiranizar a un estado son los militares. Entonces auxiliamos a los militares a clavar las uñas en el poder...
El poder no es como el dinero, que cuanto más tiene uno es más rico, sino como el manjar que la falta y la demasía enflaquecen al que come, pues está claro, si la gente se irrita con las demasía, el que gobierna no puede resistir a tantos.
El mundo ha honrado en demasía a los críticos, y los ha tomado por hombres de mucho mayor empaque del que realmente tienen.
Siempre ha sido el arte el que, con gran anticipación y claridad, ha indicado qué rumbo estaba tomando el mundo y las grandes transformaciones que se preparan.
No puede negarse que el capitalismo fue un régimen creador, pero así en pretérito perfecto y no en presente. El ansia de lucro y la conquista de mercados internacionales favorecieron las invenciones mecánicas, crearon necesidades nuevas que hicieron presión en el ambiente económico de la época hasta influir en el rumbo que habían de seguir la ciencia y la técnica.