Baja: mi corazón te está pidiendo. Podrido está; lo entrego a tus cuidados. Pasa tus dedos blancos suavemente sobre él.
Con un brazo me mantiene sujeta, pegada a él, y con los dedos de la otra mano me recorre suavemente la cara para asegurarse de que no me he hecho daño. Su pulgar me roza el labio inferior y contiene la respiración. Me mira fijamente a los ojos, y por un momento, o quizá durante una eternidad, le sostengo la mirada inquieta y ardiente, pero al final centro la atención en su bonita boca.
Te mira. Te absorbe lentamente bebiéndote hasta que tu ojo ve lo que yo tranquilamente veo. Me cierro en torno a ti. Te transformo. Y no te dejaré nunca más.
Creo que la vida pone a cada uno en su lugar, y al final hacerte mala sangre la padeces tú, porque al que le has pagado la cuenta se va tan tranquilamente