El que pretende dirigirse a la humanidad o es un tramposo o está equivocado. La pretendida comunicación se cumple o no; el autor no es responsable, ella se da o no por añadidura. El que quiera enviar un mensaje - como se ha reiterado ya tantas veces - que encargue esta tarea a una mensajería.
Y yo aquí como un tonto, leyendo los mensaje que me escribias cuando me querías tanto
Es tiempo de medio silencio, de boca helada y murmullo, palabra indirecta, aviso en la esquina. Tiempo de cinco sentidos en uno solo.
Tal vez acá y allá, algún tosco piloto cargado de años, metido en su rincón y del que nadie se preocupa, pueda hacer en secreto unos sondeos con una cuerda vieja y una plomada, y murmurar palabras de aviso que el capitán y los marineros no escuchen por estar demasiado ocupados.
Todo cuanto el hombre expone o expresa es una nota al margen de un texto totalmente apagado. Más o menos, por el sentido de la nota, extraemos el sentido que iba a ser el del texto; pero queda siempre una duda, y los sentidos posibles son muchos.
Confieso que tengo una ambición, una sola y gran ambición personal: quisiera que el nombre de Evita figurase alguna vez en la historia de mi patria. Y me sentiría debidamente, sobradamente compensada si la nota terminase de esta manera: De aquella mujer sólo sabemos que el pueblo la llamaba, cariñosamente, Evita
Solamente el diálogo, que implica el pensar crítico, es capaz de generarlo. Sin él no hay comunicación y sin ésta no hay verdadera educación.
Lo más importante de la comunicación es escuchar lo que no se dice
Asumo la responsabilidad que se me encomienda con la convicción de que, como he afirmado muchas veces, el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana es uno solo
Esa vocecita, esa figurita, esa pedigüeñería, esa bellaquería, esas chambonadas, esas metidas de pata... ¡Y ese tonito marica de cura que nos encomienda a Dios!
Me encantaría saber qué pasaría si un día llegase del cielo la noticia de que el buen Dios se dispone a enviar una comisión de ángeles con plenos poderes para viajar por Europa, como los jueces en Inglaterra, y poner fin a los grandes procesos que, en el mundo, no tienen otro juez que el derecho del más fuerte.
La publicidad es 85 por ciento de confusión, y 15 por ciento de comisión
Si uno se sabe de memoria las trescientas piezas del cancionero, pero cuando se le encargan las funciones de gobierno no es capaz de desempeñar (el puesto), o mandado en calidad de enviado al extranjero no se sabe contestar por sí mismo, ¿de qué sirve tanta erudición?
Un ejército de ciervos dirigido por un león es mucho más temible que un ejército de leones mandado por un ciervo.
Las masas eran como una jauría de perros que se precipitan para morder obedeciendo al látigo de su amo, tomando como única precaución no recibir ningún latigazo. Ya había entendido con claridad la naturaleza de esa cosa infalible que son las masas
Toda clase de precaución debe prodigarse cuando se trata de fijar nuestro destino.
Yo no estoy ni con las tesis estatistas, ni con las liberales No creo que el mercado lo solucione todo, pero tampoco creo que el Estado tenga que ser una agencia de empleos. Me esforzaré por generar nuevos puestos de trabajo y permitir que las pequeñas y medianas empresas tengan una legislación acorde con los tiempos.
El asesor en relaciones públicas no es un publicista sino alguien que recomienda recurrir a la publicidad cuando es preciso. A menudo recibe la llamada de una agencia de publicidad para complementar el trabajo que ésta realiza para un cliente. Su trabajo y el de la agencia de publicidad no entran en conflicto ni se solapan.
El infierno es morir cono si no se hubiera vivido es como el higo pasado que bota la higuera y en el suelo mojado se seca y lo pisan caballos y niños y es como viejo sin aliño y como vieja y como tuerca.
Cuando yo frecuentaba a Guido Brunner él aún era embajador y nunca vi en la embajada ninguna movida de convolutos. Lo que sí daba Brunner era unas fiestas muy fastuosas. Los eternos mendigos ilustres de la literatura íbamos allí a comer.
–Sabes, ahora ha cometido un crimen en Ankh-Morpork –dijo–. Eso lo hace mío. –Sam, no estamos... –Mira, todo el mundo me dice tan a menudo que no estoy en Ankh-Morpork que lo he creído. Pero esta embajada es Ankh-Morpork y, justo ahora –levantó la ballesta–, yo soy la ley.