La idea más perfecta que podemos formarnos de Dios es la de una primera causa independiente, única, infinita, eterna, omnipotente, inmutable, inteligente y libre, cuyo poder se extiende a todas las cosas.
Pero soy un hombre egoísta. Te he deseado desde que caíste en mi oficina. Eres exquisita, honesta, cálida, ingeniosa, seductoramente inocente; la lista es interminable. Te admiro. Te deseo, y la idea de alguien más teniéndote es como un cuchillo girando en mi alma oscura.
Si comprendemos el mecanismo y los motivos de la mente colectiva, ¿no sería posible controlar y reglamentar a las masas a nuestro capricho sin que se den cuenta? La práctica reciente de la propaganda ha demostrado que es posible, al menos hasta cierto punto y dentro de unos límites.
El capricho de nuestro humor es aún más arbitrario que el de la suerte.
Empiezo a desear un lenguaje parco como el que usan los amantes, palabras rotas, palabras quebradas, como el roce de las pisadas en la acera, palabras de una sílaba como las que usan los niños cuando entran en un cuarto donde su madre está cosiendo y cogen del suelo una hebra de lana blanca, una pluma, o un retal de chintz. Necesito un aullido, un grito.
No hay mejor lana que no tener mañana, ni mejor bronce que tener años once.
El escepticismo es la embriaguez del atolladero.
Aunque la luna no puede beber,y mi sombra en vano me sigue. Las tomo por compañeras transitorias.¡Divirtámonos antes de que pase la primavera! Canto mientras la luna pasea. Bailo, mientras mi sombra vacila. Antes de mi embriaguez nos solazamos juntos
Y tú quieres oír, tú quieres entender. Y yo te digo: olvida lo que oyes, lees o escribes. Lo que escribo no es para ti, ni para mí, ni para los iniciados. Es para la niña que nadie saca a bailar, es para los hermanos que afrontan la borrachera y a quienes desdeñan los que se creen santos, profetas o poderosos.
Un despreocupado paseo o una borrachera accidental en tierra bastan para desvelarle los secretos de todo un continente, y con frecuencia descubre que el secreto no vale la pena.
La envidia es una pena que causa turbación y que se refiere a la prosperidad, mas no a la del que es indigno de ella, sino a la de un igual o semejante.
Es indigno que hombres notables pierdan su tiempo como esclavos del cálculo cuando podrían dejar ese trabajo en manos de cualquiera si se usaran las máquinas.
Siempre es lamentable que un ser humano llegue a una condición apenas más respetable que la de un animal. Mucho más lamentable es cuando esa persona ha tenido todas las ventajas.
Es lamentable ver cómo un invento tan maravilloso como la televisión termina siendo un elemento nocivo. Lo mismo pasa con la computadora: es genial pero hay que usarla correctamente, con equilibrio, sin abusos.
Soy una prostituta musical.
Soy una prostituta y me pagan muy bien por los rascacielos.
Al final, utilizas Internet cuando lo necesitas. Es como cuando empiezas a ir al supermercado, que compras todas las ofertas y después ya sabes que tienes que comprar una lata de atún y un bote de suavizante.
Nada existe sin una causa; y a la causa original de este universo cualquiera que sea la llamamos Dios y piadosamente le atribuimos todo tipo de perfección.
Yo no hago otra cosa, que seguir a la espera de un beso furtivo de un beso cualquiera de una caricia suya de un beso un quebranto, tenia que ser mujer para gustarme tanto