Son mis ilusiones infantiles las que todavía me hacen decir si percibo una fisura en la coraza de un hombre: no todo está perdido, hace falta poco para hacer palpitar a ese corazón detenido.
Y en las noches de luna imaginaria sueña con la mujer imaginaria que le brindó su amor imaginario, vuelve a sentir ese mismo dolor, ese mismo placer imaginario y vuelve a palpitar el corazón del hombre imaginario.
En mi pintura se observan cambios muy marcados, pero sin embargo, coinciden en que soy Pérez Celis. Pero no porque yo me lo proponga -nadie se puede proponer nada de lo que no es- sino que nunca, cuando tengo que pintar un cuadro, me preocupa el estilo para demostrar algo.
Si el sistema se empeña en considerar al ciudadano un potencial cliente y consumidor, podríamos hacer buena esta lógica y proponer una militancia activa de clientes y consumidores convertidos en informatizados insumisos
Para obtener las cualidades de los tonos particulares hay que introducir en la luz un elemento de tenuidad, de densidad, de opacidad y sugerir así calor, frío, cólera, miedo.
La buena educación de los niños pide que se les ame, y se les ame a todos por igual. Ahora bien, esto supone la entrega absoluta a su formación y el uso de cuantos medios pueda sugerir un entusiasmo habilidoso para infundirles la piedad y la virtud.
Y en las noches de luna imaginaria sueña con la mujer imaginaria que le brindó su amor imaginario, vuelve a sentir ese mismo dolor, ese mismo placer imaginario y vuelve a palpitar el corazón del hombre imaginario.
Dentro, en tus ojos, donde calla y duerme un palpitar de acuario submarino, quisiera, licor tenue al difumino, hundirme, decantarme, adormecerme.
Si el sistema se empeña en considerar al ciudadano un potencial cliente y consumidor, podríamos hacer buena esta lógica y proponer una militancia activa de clientes y consumidores convertidos en informatizados insumisos
¿Quiero proponer mi propio sistema? ¡Por supuesto que no! Estoy abogando por todos los sistemas, esto es, por todas las formas de gobierno que encuentren a sus propios seguidores.
La buena educación de los niños pide que se les ame, y se les ame a todos por igual. Ahora bien, esto supone la entrega absoluta a su formación y el uso de cuantos medios pueda sugerir un entusiasmo habilidoso para infundirles la piedad y la virtud.
La música es tan dada a excitar pasiones como impropia para sugerir ideas