La palidez de mi amigo no era insólita. Con los años, la piel de su rostro se unió al hueso y cuando movía las manos delgadas la luz las atravesaba sin pena.
Yo soy una mujer de carne y hueso yo soy una mujer que se enamora que inventa una canción, algun poema de amor soñando en el silencio de mi alcoba.
Para que podamos mirar y tocar sin pudor las flores, sí, todas las flores y seamos iguales a nosotros mismos en la hermandad delicada, para que las cosas no sean mercancías, y se abra como una flor toda la nobleza del hombre: iremos todos hasta nuestro extremo límite, nos perderemos en la hora del don con la sonrisa anónima y segura de una simiente en la noche de la tierra.
Pensar y querer sin hacer, cuando se puede, es como una llama encerrada en un vaso, que se extingue, o como simiente echada en arena, que no brota, más que se pierde, junto con su prolífico.
Y nada está seguro de sí mismo, ni en la semilla en germen, ni en la aurora la alondra, ni en la roca el diamante, ni en la compacta oscuridad la estrella, ¡cuando hay hombres que amasan el pan de su victoria con el polvo sangriento de otros hombres!
La semilla de la verdad puede tardar en florecer; pero al final florece, pase lo que pase