Hemos cogido al sexo y lo hemos declarado igual a la muerte, y a esa mezcla hemos empezado a arrojar dinero. Menudo caldero de brujas.
Hoy no hay guita ni de asalto y el puchero está tan alto que hay que usar el trampolín.
La religión y la moral ponen un freno a las energías de la naturaleza, pero no las destruyen. El borracho encerrado a medio jarro de sidra por cada comida, ya no se emborrachará, pero no por ello dejará de gustarle el vino.
Ojalá pudiésemos meter el espíritu de Navidad en jarro y abrir un jarro cada mes del año
¡Cuantas tonterías humanas se encierran en ese recipiente que lleva como rótulo: libertad!
Lo que se recibe se recibe al modo del recipiente
Me lavo los pies el agua sale de la cubeta ¡cómo la primavera!
Yo proclamo que la fuerza que impide que el mercurio se caiga es externa y que esa fuerza proviene de fuera del tubo. Sobre la superficie del mercurio que permanece en la cubeta descansa el peso de una columna de cincuenta millas de aire...
La próxima vez que te vea será en la iglesia. Se acabó para siempre el amor recatado que ni a ti ni a mí nos agrada. Adiós. Al amor de banca y al amor de sala. Adiós al pudor inmaculado. Ahora viviremos el amor a tambor batiente con muchas formas de besos y muchas formas dé agarre.
Si los que vienen alimentaran su nostalgia con una buena postal, al menos, del paseo nosotros seriamos capaces de recibirlos aquí en gloria y majestad pero ellos tienen su tambor y nosotros el nuestro.
Un puñado de paciencia vale más que un balde de sesos.
El cooperativismo es socialismo en acción. (...) Si la sociedad es capitalista, la cooperativa es poco más que un balde en un lago, ya que sólo afecta significativamente a sus miembros y sus familias y no puede competir con los sectores oligopolistas de la economía capitalista.
Colocaron una tapa hermética sobre la realidad y dejaron que abajo fermentara un caldo atroz, juntando tanta presión que cuando estallara no habría máquinas de guerra ni soldado suficientes para controlarlo.
Un exacerbado individualismo es el caldo de cultivo en el que el sentimiento de poder es engendrado y alimentado; por este motivo, es egocéntrico, en el sentido de que se afirma a sí mismo de forma arrogante y a menudo violenta cuando poniéndose en acción trata de sojuzgar a los otros.
Hoy no hay guita ni de asalto y el puchero está tan alto que hay que usar el trampolín.