El bizkaíno no vale para servir, ha nacido para señor; el español ha nacido para ser lacayo y siervo.
Llamar a la puerta serviría de algo - siguió el lacayo sin escucharla -, si tuviéramos la puerta entre nosotros dos. Por ejemplo, si tú estuvieras dentro, podrías llamar, y yo podría abrir para que salieras, sabes.