Utilizaba la heroína porque nunca me vi capaz de afrontar bien la fama. Sabía que para ser feliz y hacer lo que quería, música, la fama era uno de los precios a pagar, y no me acostumbraba. Era más fácil meterse heroína y utilizar eso como una forma de distanciarse que afrontar la presión exterior.
Puedo predecir que, si aparecieran instituciones anarcocapitalistas en este país el día de mañana, la heroína sería legal en Nueva York e ilegal en la mayoría de otros lugares.