Así, la conciencia es pura y simplemente obra de los prejuicios que se nos han infundido, o de los principios que nostros nos formamos.
¿Señor, tanto desconoce usted la naturaleza humana como para ignorar que un hombre bien puede ser muy sincero en buenos principios sin que por ello los lleve nunca a la práctica?
Hijo de un siglo más bien escéptico que incrédulo, flotando entre dos tipos de educación contrarias, aquélla de la Revolución, que negaba todo, y aquélla de reacción social, que pretende restaurar el conjunto de las creencias cristianas. ¿Me vería yo conducido a creer todo, como nuestros padres los filósofos lo habían hecho sin protestar?
Toda la historia de la civilización está sembrada con las creencias y las instituciones que son, inestimables al principio, y mortales luego.
Cuando uno tiene que cotejar sus opiniones con un abanico tan grande de gente que evalúa sobre lo que uno hace, tiene que tomar un parámetro. El parámetro no es a partir de la coincidencia, sino a partir de las divergencias. Las coincidencias uno no las explica, no las profundiza, no las recorre. Las divergencias sí.
Un Estado constitucional es, en general, un hombre de opiniones comunes y habilidades poco frecuentes.
Una política independiente y socialista no es posible cuando se debe a la banca, en un sistema de bancocracia en que todo lo absorbe, todo lo domina, todo lo impone. No hay independencia política cuando se depende respecto al que tiene el dogal al cuello: como se te ocurra llevar tu ideario con un mínimo de rigor, acaban contigo en una mañana
Nuestro ideario no ha sufrido claudicaciones ni enmiendas, pues no somos de aquellos que por conseguir las veleidades del éxito momentáneo, reniegan de sus principios y mudan de piel con cada cambio de estación.
Se puede estar convencido de querer algo -quizá durante años-, si se sabe que el deseo es irrealizable. Pero si de pronto se encuentra uno ante la posibilidad de que ese deseo ideal se convierta en realidad, sólo se desea una cosa: no haberlo deseado.
El ideal de la gloria, de la piedad y la ternura; la suprema virtud de humanidad, todo está en este amor, siempre lejano porque es infinito de belleza y bondad.