Los seres humanos no pueden permitirse el lujo de ser fanáticos de nada. Ni siquiera de la justicia o la lealtad. El fanático de la justicia termina por asesinar a un millón de indefensas personas para limpiar un espacio para sus tribunales de la ley. Si queremos sobrevivir en este planeta, debe haber compromisos.
El misterio de la vida es que cuando se extingue una especia llega otra. Como nosotros con los dinosaurios. Un clásico es limpiar toda la casa y a las dos horas siempre aparecerá una cucaracha haciéndose la desentendida.
La botánica no es una ciencia; es el arte de desecar plantas entre hojas de papel secante y de insultarlas en griego y en latín.
Pero esta información basada en el sentido común era muy difícil de programar. El ordenador cometía errores. Se añadían nuevas pautas para subsanar los errores. Aparecían nuevos errores y nuevas pautas. Al final los programas eran descomunales, millones de líneas de código, y empezaban a fallar por su pura complejidad.
Las depuraciones evidentemente nos han perjudicado. Hemos ganado jugando un partido con todo en contra. Le hemos ganado incluso al árbitro. En vez de depurar desde la Corte al pueblo, el pueblo debía depurar a la Corte. Si yo fuera miembro de esa Corte, sería el primero en renunciar.
No se puede depurar la administración distrital a menos que los campesinos se alcen.