Nuestra civilización se caracteriza por la palabra progreso. El progreso es su forma, no una de sus cualidades, el progresar. Es típicamente constructiva. Su actividad estriba en construir un producto cada vez más complicado. Y aun la claridad está al servicio de este fin; no es un fin en sí. Para mí, por el contrario, la claridad, la transparencia, es un fin en sí.
Todo puede serle arrebatado a un hombre, menos la última de las libertades humanas: el elegir su actitud en una serie dada de circunstancias, de elegir su propio camino. ¿No podemos cambiar la situación? Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento.
Si se desea solamente el bien, se está en oposición a la ley que une al bien real con el mal del mismo modo que al objeto iluminado con la sombra; y, estando en oposición a la ley universal del mundo, es inevitable que se caiga en la desgracia.
Amad a esta Iglesia, permaneced en esta Iglesia, sed vosotros esta Iglesia.
La felicidad consiste en poner de acuerdo tus pensamientos, tus palabras y tus hechos.
Actualmente, poner en marcha el motor de un automóvil consiste sólo en dos cosas: girar una llave y tirar del botón del aire. El resto funciona automáticamente. El proceso seguido en aquellos días era más complicado y requería no sólo una buena memoria, un brazo fuerte, un carácter angelical y una fe ciega, sino también cierta dosis de magia.