Si ninguno pudiera intercambiar, si todo hombre estuviera forzado a ser completamente autosuficiente, es obvio que la mayoría de nosotros se moriría de hambre, y el resto escasamente podría mantenerse en vida. El intercambio es la sangre vital, no sólo de nuestra economía, sino de la civilización misma.
Y dicen que pienso en lo escasamente saludable que a la larga fue publicar libros y haberlo hecho en gran parte para tener cierta fama y luego poder administrarla como un buen burgués y acabar diciendo banalidades en periódicos y revistas, incapaz de ser el dueño de la más pequeña partícula de terreno de índole privado, personal. Escribir para esto.