Querer conservar la salud siguiendo un régimen demasiado riguroso es una enfermedad irritante.
Cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es casi incurable.
Es achaque de gobiernos primerizos dejar la economía en manos expertas, porque al profano le parece difícil, y tomar en manos propias, no expertas, la política exterior, porque al profano le parece fácil.
La aceptación de la opresión por parte del oprimido acaba por ser complicidad; la cobardía es un consentimiento; existe solidaridad y participación vergonzosa entre el gobierno que hace el mal y el pueblo que lo deja hacer.
Pero qué extraño es el mundo: alguien que te cae muy mal te trata con amabilidad, mientras que uno que parece ser tu amigo acaba jugándotela.
Cualquiera puede dominar un sufrimiento excepto el que lo siente.
Por pocas contrariedades con que tropiece una verdadera pasión, produce probablemente más sufrimiento que gozo.
Lo impulsaban a luchar el deseo de saber y el amor a la verdad, el espíritu de aventura teórica, y el anhelo de consolarse y atenuar la atmósfera de aflicción que lo cubría y la sensación de soledad que se ocultaba en lo hondo de su alma.
Toda aflicción que llega acaba por irse. Así sucede con las glorias y las tragedias del mundo
No toméis afección jamás a una persona, toda persona es una prisión, un vínculo. No cobréis afección tampoco a la patria.
Lo mismo da el modo que sea estimulado el ojo, bien sea por choque, golpe, presión, galvanización o por estímulos que le son transmitidos simpáticamente desde otros órganos, a todas estas causas (...) siente el nervio de la luz su afección como sensación de luz, aun cuando se halle en reposo en la oscuridad.
Supongo que nos dan más morbo las cosas malas, las imágenes de violencia. Nos hacen sentir seguros en nuestras casas y cómodos en nuestras vidas, o nos hunden en la miseria y nos reafirman en nuestra creencia de que el mundo es una mierda.
Cuidado de la democracia. Como norma política parece ser buena. Pero de la democracia del pensamiento y del gesto, la democracia del corazón y la costumbre es el más peligroso morbo que puede padecer una sociedad
El contemplar una vida que una pasión violenta -de la índole que sea- ha vuelto miserable es siempre algo más instructivo y altamente moral. Eso rebaja, con una ironía aullante, tantas pasiones banales y manías vulgares, que uno queda satisfecho al pensar que el instrumento humano puede vibrar hasta ese extremo y subir hasta tonos tan agudos.
La pasión no sabe esperar. Lo trágico de los hombres estriba frecuentemente en no saber esperar
No hay cuestión ni pesadumbre que sepa amigo, nadar; todas se ahogan en vino, todas se atascan de pan.
La pesadumbre es una enfermedad en la que cada paciente debe tratarse a sí mismo.
La vida es cruel. Nacer, existir, desaparecer, siempre la cuestión de la muerte. Que sea la enfermedad, a consecuencia de un accidente o en la guerra no cambia nada. En cuanto a los que sufren por la guerra, pueden encontrar un consuelo pensando que si se consiente su sacrificio es para asegurar el porvenir del pueblo del que forman parte.
¡Oh, cuanto me aflige el sacrificio que estos pobres (sus padres) hacen para separarse de mí! Pero se me ha asegurado que Dios me llama, y voy seguro.
El Cristo del Evangelio es un demagogo. Por añadidura, padeció un suplicio que desde hace mil novecientos años todos los pueblos cristianos consideran como un grave error judicial.
Aquellos a quienes se condena al suplicio manifiestan a veces una fortaleza y un desprecio a la muerte que en realidad no es más que el temor a mirarla cara a cara; de modo que puede decirse que esa fortaleza y ese desprecio son para su ánimo lo que la venda es a sus ojos.
Formación científica, corrección ética, respeto a los otros, coherencia, capacidad de vivir y de aprender con lo diferente, no permitir que nuestro malestar personal o nuestra antipatía con relación al otro nos hagan acusarlo de lo que no hizo, son obligaciones a cuyo cumplimiento debemos dedicamos humilde pero perseverantemente.
Escribir es también una forma de protesta. Casi todos los escritores comparten el malestar con el mundo.