Ser humano exige ver lo perecedero y el mismo perecimiento como elementos de nuestra propia condición.
Tengamos en cuenta que la virtud, el saber, el amor a la libertad son las cualidades que desencadenan la fatal venganza de los inquisidores y que, cuando las mismas son destruidas, dejan a la sociedad en la más vergonzosa ignorancia, corrupción, y sometimiento.
La América Española como la España entera fija está en el Oriente de su fatal destino; yo interrogo a la Esfinge que el porvenir espera con la interrogación de tu cuello divino. ¿Seremos entregados a los bárbaros fieros? ¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés? ¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros? ¿Callaremos ahora para llorar después?
Creo que el peor daño social es la ignorancia aliada con la estupidez y el poder. En España, independientemente de ideologías, esa trilogía letal se da con desagradable frecuencia. A algunos basta oírlos expresarse para comprender que, no es que no hayan ni hecho el Bachillerato, es que alardean públicamente de ello.
Estoy seguro de que incluso en la cámara de gas, cuando el fluido letal los estuviera ahogando y convirtiendo en terror la esperanza de sus corazones, el viejo doctor les susurraría en un último esfuerzo que todo estaba bien y que todo iba a salir bien, para ahorrar a sus pupilos, al menos, el miedo ante el paso de la vida a la muerte.
El venenoso griterío de una mujer celosa resulta más mortífero que los colmillos de un perro rabioso.
Otro generador de vejez es el hábito: el mortífero proceso de hacer lo mismo de la misma manera a la misma hora día tras día, primero por negligencia, luego por inclinación, y al final por inercia o cobardía. El hábito es necesario; es el hábito de tener hábitos, de convertir una vereda en camino trillado, lo que una debe combatir incesantemente si quiere continuar viva.
El dulce reposo no sólo da vigor al cuerpo, sino también al espíritu, pero el trabajo abrumador va corroyendo las fuerzas de uno y otro
No me importa que la gente mire sus relojes cuando estoy hablando pero es excesivo que además los sacudan para asegurarse de que andan.
El dinero, o moneda corriente, se desea como un medio para lograr un fin; sin embargo, en este caso no es de aplicación la regla general de que cuanto mayores sean los medios de que se dispongan para cumplir un fin determinado mejor se logrará éste. (...) De la misma manera, un aumento excesivo de dinero disminuye el crédito de éste, e incluso puede hacerlo dejar de circular.
El matrimonio, como la vida entera, es algo terriblemente difícil que hay que volver a empezar desde el principio todos los días, y todos los días de nuestra vida. El esfuerzo es constante, e inclusive agotador muchas veces, pero vale la pena. Un personaje de alguna novela mía lo dice de un modo más crudo: También el amor se aprende
Sustituir el amor propio por el amor a los demás es cambiar un tirano insufrible por un buen amigo
Si la suerte nos fuere adversa, nos quedará a lo menos el consuelo de haber hecho nuestro deber. Si nos fuere favorable, quitaremos de sobre nosotros este peso, esta carga insufrible de la ofensa, al mismo tiempo que nos restituiremos en medio de la libertad, y de la paz, precursores necesarios de la civilización, sin las cuales en vano la, pretenderíamos
Es necesario extirpar, como se extirpan del campo las plantas dañosas, al trotskismo de las filas proletarias de nuestro país. Es necesario extirparlo y aplastarlo como a fieras rabiosas, porque, si no, nos encontraremos en cada momento decisivo con que no se puede comenzar la ofensiva porque hay que atender a los disturbios que ellos promueven en la retaguardia.
Sé decisivo en tiempos difíciles. Sé ágil. Busca la verdad y aprende de tus errores
El hecho es que toda tecnología, por constituir precisamente el determinante primordial de todo modo de producción de la vida humana, explica e implica siempre una forma ideológica que le es propia y que es expresión suya, que además llega a constituir históricamente el sostén y la justificación ideales de la producción material
La manera en que una persona toma las riendas de su destino es más determinante que el mismo destino.
Me he convertido en la muerte, el destructor de mundos.
En México, todavía, el valor de caudillos, mártires, artistas notables y valores del hogar sólido se determina por el número de estatuas que consiguen, y por la mezcla de terquedad y docilidad con que monumentos y bustos aceptan el avance omnívoro de lo urbano. Y que se cuiden los iconoclastas. Ya lo advirtió Jean Cocteau: El riesgo de un destructor de estatuas es convertirse en una.