Para un arte como el mío arte que combate en la frontera entre la vida y la muerte y que cuestiona lo que somos y lo que significa vivir y morir [Japón] resultaba demasiado pequeño, demasiado servil, demasiado feudal y demasiado desdeñoso con las mujeres. Mi arte necesitaba una libertad más ilimitada y un mundo más amplio.
Y así brota en el alma la rebelión de un sueño que es como un perro arisco que le gruñe a su dueño.
A través de lo áspero [se llega] a las estrellas.
Amo a este pueblo áspero (se refiere a los árabes nómadas), persistente, vivo, último ejemplo de las sociedades primitivas y que, al hacer alto a mediodía, tumbado a la sombra bajo el vientre de sus camellas, se burla, mientras fuma su chibuquí, de esa valiente civilización nuestra que tiembla de ira.
Escuchad pues, diligentemente, oh... carísimos, con un ánimo humilde, abatido y desconfiado de sí mismo, al Dios todopoderoso, que os crió, redimió y santificó y os promete de glorificaros en su reino consigo; el cual os habla y enseña en esta santa palabra su voluntad.
Un verdadero marido siempre es desconfiado
El hombre desenfrenado no puede inspirar afecto; es insociable y cierra la puerta a la amistad.
Un hombre desenfrenado no puede inspirar afecto; es insociable y cierra la puerta a la amistad
Todos tenemos algún antepasado imbécil. Todos, en algún momento de nuestras vidas, encontramos el rastro, las huellas vacilantes del más pelmazo de nuestros antepasados, y al mirar ese rostro huidizo nos damos cuenta, con estupor, con incredulidad, con horror, de que estamos contemplando nuestra propia cara que nos hace guiños y muecas amistosas desde el fondo de un pozo.
El asunto es que el Sr escurridizo puede vender salchichas a gente que ya se las ha comprado antes.
Puede uno vivir todo lo retraído que quiera; pero al menor descuido se hallará convertido en deudor o en acreedor.
El misántropo es hombre; por lo tanto, el humanista ha de ser en cierta medida misántropo. Pero es un misántropo científico, que ha sabido dosificar su odio, que odia primero a los hombres para poder amarlos después
El misántropo es la más de las veces un malvado que, no sabiendo hacerse amar de ninguno, toma el partido de aborrecer a todo el mundo
La cosa es que, queriéndolo Él y pensando que se le da gusto, todo lo amargo se vuelve dulce y lo desabrido sabroso