Todos tenemos algún antepasado imbécil. Todos, en algún momento de nuestras vidas, encontramos el rastro, las huellas vacilantes del más pelmazo de nuestros antepasado, y al mirar ese rostro huidizo nos damos cuenta, con estupor, con incredulidad, con horror, de que estamos contemplando nuestra propia cara que nos hace guiños y muecas amistosas desde el fondo de un pozo.
De adentro hacia afuera es un proceso, un continuo proceso de renovación basado en las leyes naturales que gobiernan el crecimiento y el progreso humanos. Es una espiral ascendente de crecimiento que conduce a formas progresivamente superiores de independencia responsable e interdependencia efectiva.
La clase dominante pretende mantener las relaciones productivas tal y como existen en la sociedad, mientras que el interés de la clase ascendente es destruirlas.
La mayor parte de aquellos que no quieren ser oprimidos, quieren ser opresores.
La nueva economía está basada principalmente en el trabajo del conocimiento. Eso significa que la riqueza ha emigrado del dinero y las cosas a la gente, el capital tanto intelectual como social. De hecho, nuestra mayor inversión financiera recae en los trabajadores del conocimiento.
La fotografía, a veces, hace aparecer lo que jamás se percibe en un rostro real (o reflejado en un espejo): un rasgo genético, el pedazo de uno mismo o de un pariente que proviene de un ascendiente (...) La fotografía ofrece un poco de verdad, con la condición de trocear el cuerpo. Pero dicha verdad no es la del individuo, que sigue siendo irreductible; es la del linaje.
Al principio era el fuego ascendente que encendía con una chispa las atmósferas, chispa de ojos rojizos, chispa de triplicados ojos, brusca como una flor.
En la fase ascendente se ha concedido el crédito, con cierta alegría despreocupada (...), en tales momentos se puede obtener beneficio en casi todo, aún sin capacitación especial (...), aunque es probable que la caída sea al principio ligera, cada nuevo movimiento a la baja de precios hará desaparecer la confianza.
Entre las angustias de los días que siguieron está el mayor de los suplicios: la inefabilidad. Jamás podré explicar lo que vi y conocí durante esas horas de impía exploración, por falta de símbolos y capacidad de sugerencia de los idiomas.
Tan abierto es el politeísmo, que aún la mayor ferocidad y antagonismo que pueda hallar en una religión contraria difícilmente llegaron a repugnarle y mantenerlo a distancia.
Supo la traición más dura, luego el silencio, el rumor, luego el murmullo, el clamor, y al fin supo del aullido, y del último estallido mi abuelo supo el amor
Uno de nuestros entretenimientos favoritos con mi abuelo era interpretar papeles de historias que nos inventábamos entre los dos y donde él era el príncipe azul, ogro, duende o rey.. Pero yo, ineludiblemente, era la princesa.
La fotografía, a veces, hace aparecer lo que jamás se percibe en un rostro real (o reflejado en un espejo): un rasgo genético, el pedazo de uno mismo o de un pariente que proviene de un ascendiente (...) La fotografía ofrece un poco de verdad, con la condición de trocear el cuerpo. Pero dicha verdad no es la del individuo, que sigue siendo irreductible; es la del linaje.