La primera captación en serio que tuve de las cosas fue cuando aprendí el arte de pedalear (con la mano) una bicicleta, colocada al revés e impulsé la rueda trasera preternaturalmente ligero. Yo amaba la desaparición de los rayos el modo como el hueco entre el eje y la llanta susurraba transparente...
El arroyo era como 12.845 cabinas de teléfono puestas en hilera, con altos techos victorianos y todas las puertas desmontadas y la parte trasera de la cabina desfondada.