Todo es un tablero de ajedrez de noches y días, donde el destino, con hombres como piezas, juega: Acá y acullá mueve, y da jaque mate y mata, y uno por uno, vuelve a ponerlos en la caja.
Yo consideraba que mi principal misión consistía en pulir mi estilo de juego, en aprender a llevar al tablero planes de largo alcance, sutiles maniobras de posiciones, y jugar con mano firma complejas combinaciones.
Desde que Freud lo inventó, se ha discurseado largamente sobre la edad ideal para emprender un análisis: siempre y ahora mismo, tan pronto como el sufrimiento y el deseo exijan la urgencia. La perspectiva de morir menos idiota, por si misma, debería hacer tabla rasa de toda vacilación.
Estoy intentando aprender a patinar con tabla ahora. Intenté patinar descalzo, mala idea: me corté todos los dedos de los pies.
Un electrón no es más (ni menos) hipotético que una estrella. Hoy en día, contamos los electrones de uno en uno con un contador Geiger, como contamos las estrellas de una en una en una placa fotográfica.
En una losa, en el interior de un nicho, descubrió un ataúd viejo, pero vacío, en cuya deslustrada placa reza esta simple palabra: Jervas. En ese ataúd y en esa cripta me ha prometido que seré sepultado.
En una losa, en el interior de un nicho, descubrió un ataúd viejo, pero vacío, en cuya deslustrada placa reza esta simple palabra: Jervas. En ese ataúd y en esa cripta me ha prometido que seré sepultado.
Un electrón no es más (ni menos) hipotético que una estrella. Hoy en día, contamos los electrones de uno en uno con un contador Geiger, como contamos las estrellas de una en una en una placa fotográfica.