Todo argot es metáfora, y toda metáfora es poesía.
Siendo hombre dado a la oratoria y a los altos principios, gozaba con la música de su propio vocabulario y con el calor de su propia virtud.
Yo nací en Corea, así que cuando me trasladé con mi familia a Estados Unidos, aprendí muchísimo del inglés y su vocabulario a través de los cómics. Estaba enamorado de los personajes y los dibujos, así que estas lecturas me ayudaron a conocer el idioma. Los cómics demostraron ser para mí, además de un entretenimiento, un producto educativo.
Los hombres grandes y buenos no mueren ni aun en este mundo. Embalsamados en libros, sus espíritus perdurarán. El libro es una voz viviente. Es una inteligencia que nos habla y que escuchamos.
La obra de ciertos artistas habla por su generación. Una de las más grandes voces de libertad de Norteamérica no puede ser más que un nombre: el transcendental Bob Dylan.
A mí me interesa la musicalidad no como estructura abstracta, sino como acercamiento al fraseo de la oralidad. En mi poesía hay una intención de incluir lo conversacional, y no tanto el léxico como el tono.
Ninguna emotividad madura si se es humilde en el amor, humilde siendo gigante y en presencia de una mujer bellísima, casi hecha a mano, pero de corta estatura; humilde a propósito o cobarde por restringirse a un léxico que proyectara, puro azúcar, azúcar y cuidados extremos hasta en el tono de voz.