Se abalanza sobre mí y me empuja contra la pared del ascensor. Antes de que me dé cuenta, me sujeta las dos muñecas con una mano, me las levanta por encima de la cabeza y me inmoviliza contra la pared con las caderas. Madre mía. Con la otra mano me agarra del pelo, tira hacia abajo para levantarme la cara y pega sus labios a los míos.
De larga cuerda tira quien desea la muerte de otro.
Los norteamericanos, al tener la civilización más compleja que haya visto el mundo, siguen queriendo verse como un pueblo simple. En otras palabras, les gusta pensar que el artista de cómic es mejor dibujante que Leonardo, sólo porque es un artista de cómic, y el cómic está dirigido a la gente simple.
Para mí dibujar un cómic es ante todo contar una historia. Mejor que sean bonitos, claro, pero esa no es su meta. A mi entender, la meta es la de explicar la historia del modo más claro posible, para que se comprenda; sea emocionante, triste o divertida, ha de tener ante todo, una columna vertebral.
Cualquiera puede contar algún tipo de historia; la narración es uno de los poderes elementales de la raza. Pero el talento para la descripción es raro.
La información tiene interés tan sólo en el breve instante en el que es nueva. Sólo está viva durante ese instante, y a él se entrega por completo sin tener ningún tiempo que perder. Pero la narración jamás se entrega, sino que, al contrario, concentra sus fuerzas, y, aún mucho después, sigue siendo capaz de desplegarse.
La mentira, es decir, el relato de las bellas cosas falsas, constituye el fin mismo del arte.
Soy un hombre sin piedad y no habrá tregua alguna. No hay nadie que lleve a cabo un rescate en el último minuto ni tienes la menor posibilidad de escapar. Esto no es un romántico relato de aventuras en que al final el villano cae vencido y el protagonista es condecorado y se casa con la chica. Por desgracia, esas cosas no ocurren en la vida real.
En boca de Andrew Martin, en el cuento El hombre bicentenario:
En el programa compartí detalles de mi infancia, de mi vida en el barrio, de mis romances. Pienso que, de alguna manera, encarné el cuento de la Cenicienta y esta pudo ser una de las razones por la que Aló Gisela definió una etapa de la televisión peruana
Eso me satisfizo, y me dirigí hacia la pared de la escritura. Deseché al señor Klein de mi mente, junto con el hambre, la sed, el sueño y todo lo demás que podría haberse inmiscuido en la narración de mi historia.
Al decir desarrollo de una historia me refiero al proceso que debe tener lugar entre el germen de una narración y la preparación detallada de su argumento.
Sin padres, sin infancia, sin pasado alguno, no nos queda otra posibilidad que afrontar lo que somos, el relato que llevamos para siempre.
Oír con paciencia es a veces mayor caridad que dar. Muchos infelices se van más encantados de la atención con que escuchamos el relato de sus penas, que de nuestro óbolo
La novela, dicen, es un género que abarca todo, es un saco donde cabe todo, caben cuento, teatro o acción, ensayos filosóficos o no filosóficos, una serie de temas con los cuales se va a llenar aquel saco; en cambio, en el cuento tiene uno que reducirse, sintetizarse y, en unas cuantas palabras, decir o contar una historia que otros cuentan en doscientas páginas.
Cuentame como va cayendo el sol, mientras hablas pensaré: qué guapa estas! que suerte ser la mitad del cuento de un atardecer que observo al escucharte porque mis ojos son tu voz.
Para mí dibujar un cómic es ante todo contar una historia. Mejor que sean bonitos, claro, pero esa no es su meta. A mi entender, la meta es la de explicar la historia del modo más claro posible, para que se comprenda; sea emocionante, triste o divertida, ha de tener ante todo, una columna vertebral.
Los norteamericanos, al tener la civilización más compleja que haya visto el mundo, siguen queriendo verse como un pueblo simple. En otras palabras, les gusta pensar que el artista de cómic es mejor dibujante que Leonardo, sólo porque es un artista de cómic, y el cómic está dirigido a la gente simple.
Es posible que me hubiera aniquilado la tristeza, si no me reanimase la facilidad que tenía para descubrir la parte cómica de las cosas
Tengo fama de muy serio, o incluso de arrogante o de altivo, y de todas estas cosas que estoy harto de oír. Creo sin embargo que en mis novelas hay mucho humor, pequeñas bromas y hay alguna escena que aspira a ser cómica o en todo caso es un poco disparatada. El humor es una de las pocas cosas que nos salva.