Es fácil ser admirado cuando se permanece inaccesible.
Una vez que todos se han sentado, se abre el primero de los corrales. Tan pronto como el toro ve la luz, sale venteando el ambiente y observando cuanto le rodea, como admirado de ver a quienes están aguardándole. Levanta la cola y escarba la tierra con sus patas delanteras como si tratara de desafiar a su aún invisible antagonista.