La alegoría llega cuando describir la realidad ya no sirve. Los escritores y artistas trabajamos en las tinieblas, y como ciegos tanteamos la oscuridad.
Una vida creativa es una cuestión riesgosa. Seguir el propio curso, no trazado por los padres, por nuestros pares o por las instituciones, implica un delicado equilibrio de tradición y libertad personal, un delicado equilibrio de ser fiel a uno mismo y permanecer abierto al cambio.
Ser filósofo es como cualquier otra profesión. En este caso, cobras a cambio de mantener viva una tradición importante, y si tienes suerte, puedes conseguir escribir algún libro que sea leído por los que no son filósofos. ¡Y eso es ya todo un éxito!