Si discutieran la cabeza y el corazón, acabaría por decidir el corazón. La pobre cabeza cede siempre, porque es la más prudente
Si no mucho, por lo menos piensa un poco en mí; quizás deberías preguntar a tu corazón de una vez por todas, en lugar de consultar con tu dura cabeza bávara (con lo preciosa que es); de esa forma, es probable que recibas la respuesta adecuada.