No hay garantía de que la alta tecnología y la riqueza nos vayan a traer la felicidad. Pero traen dos importantes cosas: seguridad creciente y mayor capacidad de elección.
Como trabajador que soy, tiemblo a la idea de que un químico humanitario y genial descubra una alimentación baratísima. Si bastan diez centavos al día para no perecer, el salario corriente del obrero en los distritos de alta civilización será de diez centavos con toda evidencia, y los demás salarios incluso el mío se resentirán de una ciencia tan misericordiosa.