En su rostro advertí realmente aquella niebla que suele subir siempre mientras dura la sensación de placer que produce el creerse por encima de otros.
Todo es júbilo aquí: la alegre máscara del bailarín inmóvil y el asombro de la muchacha sorprendida al borde del acantilado, mientras el viento sueña con alacranes rubios y alfileres que la niebla diluye.