Un extraño impulso me llevó a encaramarme a la amplia losa, apagar la vela y yacer dentro de la caja desocupada.
Hoy, la grandeza de un país se mide en su esfuerzo por defender y ampliar los derechos ciudadanos en su impulso hacia la igualdad plena, en su capacidad de hacer una energía que contribuya al crecimiento cultural, social y económico. Es así como se hace fuerte a un país, haciendo más poderosos a todos sus ciudadanos
Yo reino sobre las tempestades de las sensaciones. Como un lobo, las guardo encerradas en el monte de mi ser, y ora una, ora otra, dejo en libertad el impetú furioso.
El que se deja llevar por el ímpetu del arrebato será siempre un juguete de sus pasiones y un esclavo del primero que sepa observarle.
La aptitud para romper con el hábito es un don excepcional. Y pareciera apropiado llamar inspiración al derrumbe de ese sometimiento poderoso, casi siempre súbito y siempre liberador. El término es antiguo, y aún para muchos, venerable.
Cuando uno transita por un súbito desamor siente que el mundo se termina.
Recuerdo perfectamente el instante en que me quedé dormido. Como si un simio gigante gris entrara de repente en la habitación con un martillo en las manos y me golpeara con todas sus fuerzas en la parte posterior de la cabeza.
Como plantas criadas en la vida artificial y falsa de una estufa que de repente se sacan a la abrazadora luz del sol y al frío azote de los vientos.
La vida fluye incesable y uniforme; duermo, trabajo, discurro por Madrid, hojeo al azar un libro nuevo, escribo bien o mal -seguramente mal- con fervor o con desmayo. De rato en rato me tumbo en un diván y contemplo el cielo, añil y ceniza. ¿Y por qué había de saltar de improviso el evento impensado?.
Y hacía imposible aquella venganza que, por lo menos, podía tomar de improviso contra los otros. Un ángel, para una mujer, es siempre más irritante que una bestia.
Yo solía pensar que cualquiera haciendo algo raro era raro. de pronto me dí cuenta que cualquiera haciendo algo raro no era raro en absoluto y eran las personas diciendo que era raro las que eran raras.
A veces me siento junto a la ventana, viendo al mundo pasar de mí. A veces pienso que no hay nada por lo que vivir y me hundo y lloro. A veces creo que estoy loco, estoy loco, oh muy loco ¿Qué hago aquí, estoy perdiendo el tiempo? Pero entonces miro a mi niña; de pronto no estoy tan loco. Todo cobra sentido cuando la miro a los ojos.
Un fuego moribundo. Pero súbitamente la cacerola se pone a hervir.
Como una niña de tiza rosada en un muro muy viejo súbitamente borrada por la lluvia.
Cuando el impulso de jugar repentinamente invade a un adulto, esto no significa recaída en la infancia. Por supuesto jugar siempre supone una liberación. Al jugar los niños, rodeados de un mundo de gigantes, crean uno pequeño que es el adecuado para ellos; en cambio el adulto, rodeado por la amenaza de lo real, le quita horror al mundo haciendo de él una copia reducida.
Te sientas frente a un tablero y repentinamente tu corazón brinca. Tu mano tiembla al tomar una pieza y moverla. Pero lo que el ajedrez te enseña es que tú deber permanecer ahí con calma y pensar si realmente es una buena idea o si hay otras ideas mejores.
Lo irreal, lo imaginado y deseado, resulta inesperadamente el factor capital de la realidad humana, y por tanto de la Historia.
La envidia no tiene nunca ni la franqueza de la risa, ni el arrebato de la cólera; no tiene más que sonrisas frías y lágrimas ocultas
Y los socialdemócratas insistiran con la mayor energía en que se devuelva inmediatamente a los campesinos la tierra que se les arrebató y en que se expropie por completo de sus posesiones a los terratenientes, baluarte de las instituciones y tradiciones feudales.
Un extraño impulso me llevó a encaramarme a la amplia losa, apagar la vela y yacer dentro de la caja desocupada.
Cuanto hice y cuanto conseguí, a mi barrio se lo debo. De ahí el impulso irrefrenable que inspiró mis fundaciones, todas ellas afincadas en La Boca. Por eso mis donaciones no las considero tales, sino como devoluciones. Le devolví a mi barrio buena parte de lo que él me hizo ganar con mi arte. Los dos los siento como fundidos dentro y fuera de mí mismo.
Nosotros los alemanes estamos inmunizados contra la debilidad y el abatimiento; y así, las adversidades de la guerra sólo contribuirán a incrementar nuestra fuerza y resolución, y a darnos una actividad combativa que nos permita superar todas las dificultades y obstáculos con ímpetu revolucionario.
El que se deja llevar por el ímpetu del arrebato será siempre un juguete de sus pasiones y un esclavo del primero que sepa observarle.
Pensé de repente en que, si el próximo año reciba el premio Nobel, los diarios anunciarían en primera plana Abuela recibe el premio Nobel y no pude evitarlas carcajadas.
Empezó a caer una nieve menuda, y de repente cayeron grandes copos. Aullaba el viento; había empezado la tormenta. En un instante, el cielo se juntó con el mar de nieve. Todo desapareció.
Y hacía imposible aquella venganza que, por lo menos, podía tomar de improviso contra los otros. Un ángel, para una mujer, es siempre más irritante que una bestia.
La vida fluye incesable y uniforme; duermo, trabajo, discurro por Madrid, hojeo al azar un libro nuevo, escribo bien o mal -seguramente mal- con fervor o con desmayo. De rato en rato me tumbo en un diván y contemplo el cielo, añil y ceniza. ¿Y por qué había de saltar de improviso el evento impensado?.
Era el sueño de su vida súbitamente convertido en realidad, la riqueza y el lujo que siempre había deseado. Su ambición de fasto y poder era capaz de hacerla enfermar, era un instinto devorador que seguramente sólo la riqueza lograría apaciguar.
La felicidad de este mundo me recuerda siempre el estado de esos asmáticos que no pueden reír con fuerza sin toser súbitamente
Es un problema de estudio para la psicología patológica determinar por qué la gente, generalmente desinteresada por los problemas científicos, enloquece repentinamente de entusiasmo por la teoría de la relatividad. Albert Einstein Frases
No sé soy creyente; cuando le preguntaban eso mismo a mi padre, él respondía, en broma, que era dudante. En lo que hace a mí mismo, no soy religioso. Tengo por ahí algún sarampión místico que repentinamente me inquieta.
Lo irreal, lo imaginado y deseado, resulta inesperadamente el factor capital de la realidad humana, y por tanto de la Historia.