La psicología debe abstenerse rigurosamente de toda investigación relativa a las causas primeras y el problema del libre albedrío es de este orden.
No se puede decir: nada es seguro, nada es probable, nada es honesto. Mejor errar por omisión que por comisión: mejor abstenerse de dirigir el destino de los demás, puestos que ya es bastante difícil conducir el de uno mismo.