El golfo eres tú, que sabes lo que tes estás llevando, que has puesto la mano por todo y has convertido el Ayuntamiento en una casa de atracos. A mí nunca nadie me ha dado ni un duro, y tú, nada más llegar, lo primero que pones es la comisión.
Quien se desploma desde lo alto de una montaña no corre tanto peligro como quien se hunde en el golfo del amor
La desgracia, al ligarse a mí, me enseñó poco a poco otra religión, distinta a la religión enseñada por los hombres.
Si vuestra majestad lo ve así, entonces vuestra majestad no me ha interpretado bien, pues siempre he considerado sumamente indecoroso y absurdo que la mujer tome el puesto de instructora o maestra de su señor y marido; ella debe aprender de su marido y ser enseñada por él.