La barriga se sacia rápido, el espíritu no se sacia nunca.
Si ves a un anciano te dan ganas de felicitarlo por su longevidad, de preguntarle el secreto de la supervivencia. Todos envidian a los gorditos, porque su aspecto significa que no han tenido problemas para comer, como la mayoría de nosotros. Aquí es distinto: las arrugas no son deseables, y una barriga redonda no es símbolo de éxito.
La vida paga sus cuentas con tu sangre y tu sigues creyendo que eres un ruiseñor Cógele el cuello de una vez, desnúdala, túmbala y haz de ella tu pelea de fuego, rellénale la tripa majestuosa, préñala, ponla a parir cien años por el corazón. Pero con lindo modo, hermano, con un gesto propicio a la melancolía.
Cuando yo sea rey, no solamente se les dará pan y albergue, sino también enseñanza, porque de poco sirve tener la tripa llena cuando el cerebro y el corazón están hambrientos
La barriga se sacia rápido, el espíritu no se sacia nunca.
Si ves a un anciano te dan ganas de felicitarlo por su longevidad, de preguntarle el secreto de la supervivencia. Todos envidian a los gorditos, porque su aspecto significa que no han tenido problemas para comer, como la mayoría de nosotros. Aquí es distinto: las arrugas no son deseables, y una barriga redonda no es símbolo de éxito.
Y si alguna vez me callo es que ya no habrá nada que decir, aunque no se haya dicho todo, aunque no se haya dicho nada.
De momento soy uno al que llamaron inútil y se calló porque sabía que era así. Pero no lo seré siempre...
Hija, donde conociste a ese Daniel. ¿En un ascensor?¿Subia o Bajaba? Porque cuando un ascensor baja produce una sensacion en el estomago que puede confundirse con el amor.
Una casa de Dios es el estómago vacío de un pobre: quien lo sacia, cumple también la voluntad de Dios.
De pelotudos que tienen la precisa sobre las virtudes y los males argentinos, el país está hasta el cuello. En esa no me anoto. Te repito que yo no soy ni gracioso, ni visionario. Soy un actor cómico de la nación. Cuando no tengo libreto, me callo la boca.
Y sonrío y me callo porque, en último extremo, uno tiene conciencia de la inutilidad de todas las palabras.