No hay testigo tan terrible ni acusador tan potente como la conciencia que mora en el seno de cada hombre.
Las cejas de Hércules Poirot se alzaron cuando le presentaron la tarjeta del inspector Morton, de Berkshire. Hazle pasar, Jorge, hazle pasar, y trae... ¿Qué es lo que prefieren los policías? Creo que cerveza, señor. - ¡Qué horrible! Pero muy británico. Trae cerveza.