El matrimonio es, sin duda alguna, el estado de perfección social
Cuatro cosas son las que los hombres mucho desean y no las pueden alcanzar: harto dinero, perfección de ciencia, reposo continuo y alegría perfecta
Recuerdo que, a la muerte de Pío XII, nos decíamos: ¿quién podría alcanzar sus cotas de sublimidad y trascendencia? Entonces vino Juan XXIII, un anciano regordete y bajito que al sentarse mostraba los pantalones debajo de las vestiduras sagradas. ¡Y ese hombre rústico nos trajo la renovación de la Iglesia!
Mirara hacia donde mirara, ya fuera hacia la tierra durmiente o a las vastas regiones del espacio, la magnificencia del mundo estaba más allá de la mente humana, se advertía la sublimidad de Dios y la majestad de su presencia.
Esa marometa que da el chiquillo en el aire expresa en un solo acto toda la alegría y la magnificencia de vivir.
La tierra, por la magnificencia de sus horizontes, las frescuras de sus bosques y la pureza de sus fuentes, ha sido y continúa siendo la gran educadora y no ha cesado de llamar a las naciones a la armonía y a la conquista de la libertad.
El poeta tendría que ser uno de los dioses de la verdad. Por momentos el dios por excelencia de la verdad.
Somos lo que hacemos día a día; de modo que la excelencia no es un acto, sino un hábito