Algunos pueden argumentar que los regímenes militares brindan estabilidad y predecibilidad, que ayudan al desarrollo económico. Ese es un engaño.
Creo que uno de los progresos más notorios es que ya no se siente la necesidad compulsiva de argumentar o justificar las cosas. Estamos mucho más dispuestos a admitir que ciertas cosas son instintivas y otras son intelectual.
Sin preparación, la superioridad de fuerzas no es superioridad real ni puede haber tampoco iniciativa. Sabiendo esta verdad, una fuerza inferior pero bien preparada, a menudo puede derrocar a una fuerza enemiga superior mediante ataques por sorpresa.
Si alguien puede derrocar a un dictador, debe hacerlo. Mi idea en política exterior es: si puedes, debes.