Desear lo mejor, recelar lo peor y tomar lo que viniere.
Confiar en todos es insensato; pero no confiar en nadie es neurótica torpeza.
En lo concerniente a las grandes sumas, lo más recomendable es no confiar en nadie.
Cuando mejor es uno, tanto más difícilmente llega a sospechar de la maldad de los otros.
Ningún ángel visitante, ningún explorador de otro planeta, hubiera podido sospechar que en este orbe suave proliferaban las alimañas, unas bestias incipientemente angélicas que se torturaban a sí mismas y dominaban el mundo.