Dios es la alegría. Por eso ha colgado el Sol frente a su casa.
Me coge de la mano y yo me sueño con su pelo, para estar tan colgado hace falta echarle güevos.
Soy un diablillo intenso y resuelto: terriblemente patoso y tan tenso que no entiendo como la gente puede soportar estar en la misma habitación que yo. Lo que sí sé es que yo no me soportaría
Ahora es la hora de mi turno el turno del ofendido por años silencioso a pesar de los gritos.
He ofendido a Dios y a la humanidad porque mi trabajo no tuvo la calidad que debía haber tenido.