El secreto de aburrir a la gente consiste en decirlo todo.
Los sabios aceptaron con reconocimiento y pasaban el resto de sus vidas en asimilar ideas de séptima mano, dormir buenas siestas y aburrir a sus alumnos, que no dejaban de bostezar, con la palabrería anémica y libresca que ellos llamaban sabiduría.
Vale más vivir y morir de una vez, que no languidecer cada día en nuestra habitación bajo el pretexto de preservarnos.
Es pobreza de espíritu obstinarse en devolver el daño que se ha recibido
Mantener en marcha ininterrumpidamente este incremento, hasta que desborde por sí mismo el sistema de gobierno actual; no desgastar en operaciones de descubierta esta fuerza de choque que se fortalece diariamente, sino conservarla intacta hasta el día decisivo: tal es nuestra tarea principal.