Las hermosas sacerdotisas de Venus, que acudían día tras día a quemar su incienso en los altares del amor, debieron llorar sin duda la demolición de su templo.
No me gusta delegar. No me importa si la gente piensa que me voy a quemar por tantas ocupaciones, pero siento que debo estar en control de lo que hago, para mí eso demasiado importante.