Cuando me pongo a pensar en todo este panorama, me doy cuenta de que he sido un ser muy afortunado y con infinidad de bendiciones de Dios, empezando por unos padres magníficos y ahora con una familia de la que me siento inmensamente orgulloso.
Es quizás más afortunado disfrutar coleccionando caracolas que el haber nacido millonario.
Ahora a Gardel en vez de escucharlo, lo analizan. Es un disparate pedirle conciencia de clase, como es un disparate pedirle conciencia de clase a Cassius Clay o a Bonavena. El es un mito. Como Rockefeller, con la diferencia que éste no fue un cantor de éxito, que empezó de abajo, prosperó y se adaptó a su público. A un hombre que canta bien no se le pregunta si traiciona o no a su clase.
Un terrateniente rico no puede cultivar y mejorar su granja sin extender la comodidad y el bienestar a su alrededor. Los cultivos ricos y abundantes, con una población numerosa y un paisaje rural próspero son las recompensas por sus esfuerzos
Introduzco a la gente en una atmósfera agradable. Les hace felices y eso me hace feliz a mí.
En la antigüedad el hombre africano vivía feliz y teníamos la tierra. Luego vino el hombre blanco con su Biblia. Y nos hizo soñar cerrando los ojos. Cuando los abrimos, el hombre blanco tenía la tierra y nosotros la Biblia
El viejo doctor fausto ve a la joven campesina dormida en el camino y ¡adiós sus libros, su conocimiento, su filosofía!
Nunca jamás una carta a nadie, un mensaje, un retrato, ni la más leve esperanza. Siempre, a través de los años, el mismo silencio, la misma espera sin fin. Tan sólo aquel airoso caballo negro y aquella alegre yegua blanca que, al caer la tarde, solían mirar el castillo desde un promontorio, para enseguida escapar muy junto galopando como alma que lleva el diablo y sacudiendo sin cesar las crines.
Andan el pesar y el placer tan apareados que es simple el triste que se desespera y el alegre que se confía.
El rugido de los leones, el aullido de los lobos, la cólera del mar tempestuoso y la espada destructora son porciones de la eternidad demasiado grandes para el ojo del hombre.