Un aire de caricias ondula la marea castaña de tu pelo con luz que balbucea.
Palabra, vuelo de piedra, puño y flor; de vastedad, de pequeñez, de todo lo humanamente humano; de todo lo divino que no alcanza a llenar su dimensión en nuestros labios sedientos de palabras.
Algo así como eso que percibimos siente un pajarito que tenemos aprisionado en un puño cuando oye y ve cruzar el espacio a sus congéneres libres.