Y regresé a la maldición del cajón sin su ropa, a la perdición de los bares de copas, a las cenicientas de saldo y esquina, y, por esas ventas del fino Laina, pagando las cuentas de gente sin alma que pierde la calma con la cocaína
Internet ha sido la perdición de nuestras vidas. Es una fuente de información descontrolada y sin editar, con la que se alimenta a los medios.