Qué desamparado se siente uno cuando tiene una taza llena de café en la mano y comienza a estornudar.
El café debe ser caliente como el infierno, negro como el diablo, puro como el ángel y dulce como el amor.
A mi orgullo lo encontré en un bar de mal beber, borracho.
A mí no me va eso del nirvana o los jardines con minas tocando la flauta. A los dos días ya te querés cortar las pelotas. Al Cielo le pondría canchitas y un par de bares, porque en el bar estás en tu casa y a la vez estás balconeando la calle.
¿A qui li escau més que a l'artista, la defensa de la llibertat tan essencial per la seva tasca creadora? (¿A quién le cabe más que al artista, la defensa de la libertad tan esencial para su labor creadora?)1
Al negarnos a aceptar un poder superior inmutable que nos supera, hemos colmado el vacío a golpe de imperativos personales y, súbitamente, nuestra vida se ha vuelto espeluznante.
Estoy colmado de imprecisos deseos, de una vaguedad que es como neblina, y adentrándose en todo mi ser, lo torna casi aéreo, impersonal y alado.
Puedo estar muy borracho en un pub en Oxford cualquier noche de lunes y si un tipo se me acerca, me ofrece un trago y me dice que tu último disco cambio su vida. Eso realmente significa algo para mí.