El color no tiene fin. Cada color expresa un momento, una emoción y como yo quiero rendir homenaje a los colores aún después de muerto, pinté yo mismo mi ataúd con los colores argentinos por dentro, y por fuera con los siete del arco iris.
En su consternación, oficiales austríacos, llenos de desesperación y de rabia, van al encuentro de la muerte, no sin vender cara su vida; algunos, en el exceso de su pena, se suicidan, no queriendo sobrevivir a esta fatal derrota; los más no se reincorporarán al respectivo regimiento sino cubiertos de la sangre de sus heridas o de la del enemigo. Rindamos a su bravura el homenaje que merece.
La esperanza cuando tiene buenas intenciones siempre prevalece. La esperanza es la resignación de los que ya no tienen nada más que hacer.
¡Cuán fácil es la resignación para el inocente! Pero los culpables no llegan a conocer la paz jamás.
El buen lenguaje clásico llamaba doméstico a todo hombre que servía. Y era justo. El hábito de la servidumbre trae consigo sentimientos de domesticidad, en los cortesanos lo mismo que en los pueblos.
Escribir no es un pasatiempo, un deporte. Es una servidumbre que hace de sus víctimas unos esclavos.
No se puede gobernar a base de impulsos de una voluntad caprichosa, sino con sujeción a las leyes. No se pueden improvisar fortunas, ni entregarse al ocio y a la disipación, sino consagrarse asiduamente al trabajo, disponiéndose a vivir, en la honrada medianía que proporciona la retribución que la ley les señala
La esclavitud es la sujeción de un espíritu débil y cobarde que no es dueño de su voluntad.
Sólo en el amor el hombre es grande puesto de rodillas; porque el amor es la única esclavitud que no deshonra.
La esclavitud es un estado de la mente que no puede reconocer el esclavo.
La educación de las masas se hace algo absolutamente fundamental entre nosotros. Educación que, libre de alienación, sea una fuerza para el cambio y para la libertad. La opción, por lo tanto, está entre una educación para la domesticación alienada y una educación para la libertad. Educación para el hombre-objeto o educación para el hombre-sujeto.
Virtualmente, cada gran avance tecnológico en la historia de la especie humana, desde el invento de las herramientas de piedra y la domesticación del fuego, han sido éticamente ambiguos.
Se dijo que una persona cuerda debía adaptarse al cambio y agredecer la originalidad. Se prometío que aceptaría todas las cosas diferentes que pudiera, que combatiría la dependencia de la rutina.
El único elemento que puede substituir la dependencia del pasado es la dependencia del futuro.