La vida de un soldado es la perfecta antítesis de la de un anacoreta, y no sé qué otra cosa pudo inspirarme tan gran repugnancia a partirme de allí si no fue el sentimiento que tuve de ello.
Se supone que soy el soldado que nunca pierde la compostura aunque soporte todo el peso del mundo en mis hombros.
Se mata la perra y se acaba la leva